Es curioso como últimamente el hacer listas se ha convertido en algo rutinario. Por regla general, las utilizamos para no olvidarnos de las cosas importantes, como en el caso de la lista de la compra. En otros, es para organizarnos y estabilizarnos cuando tenemos muchas obligaciones que cumplir, porque parece que de este modo, es más fácil cuadrar la cantidad de cosas que tenemos por delante, con las 24 horas que nos ofrece el día. Otras veces las utilizamos para elegir entre dos opciones viendo pros y contras de cada una, intentando averiguar primero: si realmente dudamos entre ambas (porque siempre hay una predilección previa), y después, si realmente las dos merecen igualmente la pena (porque suele ocurrir que coincide que la que más merece la pena, es la opción que menos nos gusta ya sea por su precio o por sus características).
Es curioso, como después de rellenarlas, a veces decidimos romper lo escrito y continuar como si esa lista no hubiera existido, por aquello de “borrón y cuenta nueva”; y como otras, sin quererlo, van provocando que nuestra actitud cambie, porque gota a gota se acaba llenando el vaso. En ambas situaciones, aunque parezca lo contrario, existe una consecuencia, y un antes y un después de esa lista, y siempre, suele guiarnos hacia nuestro objetivo, ya sea el inicial o uno nuevo.
Ayer me dijeron que esta semana es "la Semana Universal de lo importante"; habrá que hacerles caso por una vez, a aquellos cuya profesión parece ser, buscar motivos diferentes a cada día del año; y buscar entre toda la maraña de "cosas pendientes" aquellas que merecen tener un hueco en nuestra agenda, no vaya a ser que se nos pase la semana y una vez más, el tiempo se nos haya pasado como el mes de enero, en un abrir y cerrar de ojos.
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