Ayer me dijo mi madre que ya llevaba una semana tomándome Ibuprofeno y debía de ir planteándome reducir la dosis y ver si me dolía menos. Como os podéis imaginar, le explique más por activa que por pasiva que si seguía tomándomelo, era porque me seguía doliendo, y que no se me olvidaba la dosis, porque el mismo cuerpo me lo pedía.
Hoy al calor de un café y tras sufrir el mono (por poner algo de humor a eso de aguantar el dolor); he pensado en el miedo que tenemos a sufrir, y como ponemos medios para no sentirlo. Unas veces utilizamos medicamentos y otras construimos barreras mentales y físicas para no enfrentarnos a él.
El problema de esto, es que en lugar de ser un antídoto ante el dolor, se está convirtiendo en un modo de vida en la que la meta es huir de los problemas (pasados, presentes y futuros), y aprender lo menos posible. Nos estamos volviendo débiles y algo caguetas, porque la mayoría de las cosas que merecen la pena, exigen una pequeña/gran conquista, y en cada una de ellas necesitamos poner algo en riesgo. Para conseguirlas tenemos que apostar algo de nosotros, poner algo en riesgo, y como bien dijo alguien sabio: "quien no apuesta no gana", y "Roma no se construyó en dos días".
Yo ya he pedido cita con el trauma y espero que haga eso que hemos visto en las peliculas, en las que el malo de la clase se fotocopia el “cucu”. Aunque en mi caso, espero que lo haga con una máquina un poco más potente y me diga si finalmente me reí con las suficientes ganas.
Ya sabéis a lo que me refiero.
Coincido contigo. La huida del dolor llevada al extremo nos convierte en personas asustadizas, y nos hace creer que ningún esfuerzo merece la pena. Alguna dosis de dolor de vez en cuando nos despierta un poco.
ResponderEliminarAun así, suerte con el trauma!
Un abrazo!
Muchas gracias! y ....
ResponderEliminar¡¡ A la carga mis valientes !!