Cuando uno se para a pensar sobre diferentes cosas en su vida, hay veces que llega a la conclusión de que no está haciendo las cosas bien, simplemente porque se está conformando. Ayer en la homilía, hablando de las Bodas de Caná y diferenciado los tres conceptos que el Evangelio nos mostraba, fui consciente de que yo lo estaba haciendo. Que dándome a elegir entre lo malo, lo bueno o lo mejor, me estaba conformando con lo bueno. Y es que a veces lo bueno no es suficiente, se necesita lo mejor o lo peor, pero no algo intermedio.
Cuando algo no te aporta lo que tú necesitas, necesitas tomar determinaciones y obrar en consecuencia, no vale con mantenerte al margen y seguir caminado como si ese bueno fuera suficiente. Porque ese bueno carga tu mochila y no te permite caminar con confianza.
Cuando hay algo malo en nuestra vida, es fácil tomar la determinación de sacarlo del macuto; y cuando es lo mejor, al no pesar, por aquello de "que sarna con gusto no pica", es fácil y agradable la travesía porque la carga se vuelve ligera. Ese bueno es el que pesa, el que hace que no podamos ni alcanzar lo que deseamos, ni buscar nuevos objetivos, porque nos impide avanzar.
Ese malo y ese mejor, engloban dos extremos que lejos de ser distantes, se asemejan mucho más a la idea de algo en concreto, que esa escala de grises que engloba tanto y a la vez tan poco.
Ese bueno, nunca, nunca es suficientemente bueno, ni suficientemente malo, es sólo confortable.
Quizás por intentar siempre mantener el equilibrio entre la pasión y la razón de y por las cosas, provoque que de vez en cuando me tambalee cuando me pongo el traje de funambulista, pero así soy yo. Quiero colores puros, blancos o negros para las cosas importantes, porque esa escala intermedia, suele traer complicaciones y yo trato de simplificar lo complicado.
¿y tú que llevas en la mochila?
¿qué es lo que estas cargando hoy? ¿ es bueno, malo o lo mejor?
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