" Hoy no te acostarás sin aprender que cada cosa tiene su tiempo y cada tiempo su cosa."
Cuando era pequeña, me acostaba todos los días con la persiana bajada lo justo, para poder ver desde mi cama la palmera que tenían los vecinos del edificio de enfrente en su terraza. Todas las noches quería verla porque sentía que de algún modo, me daba seguridad. Hace ya algunos años, vendieron la casa y se llevaron la palmera. Quizás porque mi familia es muy de plantas, o por aquella palmera en medio de Madrid, he ido teniendo diferentes especies en casa y en mi cuarto. Tener macetas con hojas verdes, incluso flores, ayuda a alegrar las habitaciones e incluso las vidas (ya os daré la tabarra cuando comience a rebrotar mi hortensia), y eso es contagioso.
Hace ya casi dos años, una de mis mejores amigas, quiso poner un poco de color verde en su casa, comenzando por plantas complicadas, como las violetas. Recuerdo nuestras conversaciones sobre los cuidados y tratamientos para que siguiera viviendo, pero había poco que hacer; no tenía la costumbre de cuidarla y así es imposible. Le dije que debía de comenzar por plantas más sencillas y poco a poco ir descubriendo cuales eran los mejores sitios para que crecieran, las adecuadas según su orientación y su luz. Y que eso le ayudaría a ir cogiendo el hábito del cuidado, ya no sólo de esa planta en concreto, si no en general. Mi primer regalo verde, fue un poto.
Me encanta que de vez en cuando me mande fotos y me diga, ¿has visto cuánto a crecido?, o me mande indirectas con macetas vacías dándome a entender que ya está preparada para el siguiente paso: las cintas.
Aprender a no precipitar las cosas, hace que podamos avanzar. Muchas veces, por querer llegar antes a la meta, nos tropezamos con obstáculos al elegir los caminos equivocados y corremos el riesgo de abandonar la carrera. Estoy 100% convencida de que si no me hubiera empeñado en regalarle el poto, ella ya habría renunciado a la luz de su casa y a sus dotes como jardinera en prácticas. Ella sentía que lo había intentado, pero no lo había conseguido. Había algo que fallaba, antes se escudaba en la luz, posteriormente en sus capacidades. Si no hubiera confiado en ella y en sus dones para cuidar amistades (que muchos dicen que son como una planta que hay que cuidar a diario), creo que su cocina, no luciría como luce.
Y sobretodo, no lucirá como lucirá dentro de unos días.
Confiemos en nuestras capacidades, y demos confianza a las capacidades de los otros. Nunca viene mal que alguien te diga: "Confío en ti", y viene más que bien para el que lo dice, primero por sentirla, después por explicar con palabras de donde nace esa confianza y finalmente al darla.
0 comentarios:
Publicar un comentario
hoy no te acostarás sin ... ¿ comentarme? Anímate!