Hace unos años, pensaba que los desayunos eran una tontería.
Que en vez de gastarnos el dinero en tomarnos un café a media mañana, sentaba mucho mejor uno a media tarde o una cervecita después de la hora del té. Pero desde hace tiempo, desde hace aproximadamente un año, quizás porque la realidad se antepuso a mi teoría, pienso que es uno de los mayores placeres de la vida. Incluso en aquellos días en los que los desayunos son en solitario, y te das el caprichito que hoy he tenido la alegría de compartir y que me invitaran. El típico desayuno madrileño ( yo creo que es de Madrid, si estoy equivocada que alguien me lo diga): pincho de tortilla con café con leche (o cocacola, también vale) . Ese sí que es el desayuno de campeones.
Quizás lo sea más hoy, que me acompañaban dos grandes personas, que han sido capaces de escabullirse de Sandy, sin un percance y disfrutando de su recién estado civil y acordándose de todos lo suficiente como para enviarnos 5 fotos diarias ( mínimo) y traernos un detalle especial a cada uno.
Justo después se ha llenado el despacho de nuevos aires, al ritmo de Fetén fetén y el vagón de tren de poesía de Gerardo Diego, escrita al abuelo de un amigo.
Ser partícipe de algo tan íntimo, como el amor de unos recién casados, la inspiración de dos músicos, o un poema escrito a un amigo, me hace sentir especial y más por ser la vía para poder compartirlo.
Siéntanse así también ustedes. :)
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