Y llego el domingo.
Oscuro, nublado y con tonos amarillo, anaranjado y todavía algo verde, como viene siendo habitual. Frío y con algo de viento, pero precioso como cualquier día de esta estación. Quizás por ello, creo, que ahora es mi favorita. Cubriendo el suelo del color que se pierde, y que ha cubierto de color el cielo en temporadas pasadas. Todo es un ciclo, y el otoño una estación de paso.
Hoy ha muerto un gran payaso. Si os digo la verdad, no se si uno de los mejores, porque no he tenido el placer de conocer a muchos, pero sé que era uno que nos enseñó a contar, gracias a los huevos de la Gallina Turuleca, lo listos que son los ratones de Susanita, y lo bien que nos lo pasamos en el auto de Papá. Gracias a esta desgracia, he recordado que yo fui al programa de los "Payasos de la Tele" y que fue un momento especial familiar, a pesar de que nos llevara el cole. Recuerdo hacer mi sombrero (porque todos los niños llevaban sombreros hechos por ellos) con cartulina de colores en el salón de casa y donde tanto Mamá como Papá nos ayudaban a hacer el de mi hermana y el mío. Al grabarse el programa para emitirlo en Navidad, la temática del mío, no pudo ser otra que las cuatro velas de Adviento, con cuatro velas de distintos colores, distintas alturas y mucho colorido.
También recuerdo volver enfadada, porque la gran bici, se la había llevado otro niño que su padre le había puesto luces que se encendían y apagaban en su gran casa en 3D con nieve y Papa Noél incluido. Cuando llegué a clase y ví su obra de arte, supe que no tenia nada que hacer con mis cuatro velas, y volví a casa con un sentimiento contradictorio, contenta porque me lo había pasado genial en el Circo pero enfadada con mi padre porque no entendía como siendo Teleco no se le había ocurrido hacer algo más llamativo.
También recuerdo la enseñanza que me dieron en casa: lo importante de mi sombrero era que lo había hecho yo, que me había esmerado en que fuera bonito y único, y que el tiempo que le habíamos dedicado a pensar la idea, comprar el material y desarrollarla, no me lo podía quitar nadie. Que yo ya tenía mi bici en Colmenar y que gracias a que no lo habían escogido, yo conservaba el sombrero en casa que me recordaba lo vivido, y mi compi no.
Creo que me convencieron porque todavía lo recuerdo.
Supongo, que a mí manera, aprendí la lección.
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