Hoy contra toda apetencia (como suele ocurrir), he ido al Mercado (de Chamberí por supuesto). Es curioso, como es el típico sitio al que llegas de mal humor, por tener que hacerlo por obligación cuando está la nevera vacía y cómo, una vez dentro y una vez que sales, te sientes feliz y con una sonrisa. Quizás sea porque para mí, no es un mercado cualquiera, es mi mercado.
Allí siempre compro en los mismos sitios, donde me conocen, donde saben lo que quiero, donde se alegran de verme y donde me tratan con tanto cariño como si fuera de su propia familia; porque 25 años yendo, dan para eso y hasta para tirarte de las orejas cuando haces ir a tu madre.
Es el sitio donde compro las medias térmicas porque en invierno hace mucho frío en Madrid para ir sin ellas.
Donde Adriano selecciona las alitas que cenerá mi madre casi cada día. Donde Javi con tanto cariño prepara los filetes que a mi padre tanto le gustaban, para que yo invite a mis amigas (y donde ellas posteriormente van a comprarlos); o donde hacen los paquetes de escalope de dos en dos o de tres en tres, por si viene la abuela, y en donde escriben el nombre, para que sepamos qué son a la hora de guardarlos. Es donde Alí, nos dice qué pescado puede comer mi madre porque ha cumplido la cadena del frío (la de verdad, no la del postureo), para que no tenga problemas con el anisaki.
Donde hay un puesto dedicado sólo para aceitunas, que hace las delicias de los más adictos y quizás también, de los más caprichosos con altramuces y alguna que otra cebolleta. Donde si pueden te echan un poco más de lo que pides para que puedas repetir, y no te quedes con las ganas.
Es un mercado, donde te preguntan si seguro no vas a querer tal o pascual, que siempre te llevas, por si se te ha olvidado y tienes que bajar otra vez. Son los que entienden que mi abuela, a su edad, no puede ir a hacer la compra, y por eso no les importa hacer una cuenta aparte y un pedido extra, porque una cosa es que no pueda cargar peso y otra que no se encargue de la economía familiar. Son los que hacen de "hacer la compra" un rato social en el que interactuar como personas que somos.
A veces pienso en qué pasará si dejamos de comprar en las llamadas "tiendas de barrio", esas que hacen que nuestro pequeño espacio tenga vida, esas que son especialistas en algo, en ese algo que tu buscas y que ellos saben que quieres, y que te hacen ir a su puesto.
Odio con todas mis fuerzas los Centros Comerciales.
Creo que hacen que pases de ser un nombre y "una lista de la compra semanal", en un número y unos kilos que cargar impresos en una pegatina blanca.
Los Centros Comerciales nos robotizan.
Nos despersonan.
Habrá que tomar medidas. Habrá que ser más de barrio.
Un poco como los de Esperanza Sur de Aída, pero más "chic". A la francesa. Que Chamberí proviene de la ciudad Chambèry del Ducado de Saboya.
(oh la lá!)
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ResponderEliminarCuando llegué a Madrid, descubrí que en mi barrio había un mercado así (Antón Martin)...
ResponderEliminarA veces Madrid consigue salvarlo todo con estas cosas.
Cuídate.
Los centros comerciales son como una maquinaria de compras. Dentro de ellos, siguiendo todos los pasillos y las colas, todo automatizado, te sientes como un pequeño engranaje de una máquina gigantesca.
ResponderEliminarUn abrazo!