La noche anterior, mientras hacía su entrenamiento, se había vuelto a
enamorar. Mientras corría, en vez de mirar al suelo o al frente para
ver aquellos corredores más lentos que entorpecían su camino, miraba al
oeste para ver el atardecer.
Llevaba casi un año en aquella ciudad, y no
había sido consciente del cielo tan hermoso que los protegía. Se
trataba de una cúpula de colores azules, magenta y algún que otro gris
que parecía indicar que hoy iba a ser un día diferente.
Desde que había comenzado la semana, algo había cambiado dentro de él, y
no tenía muy claro qué era. Pero lo que parecía seguro, era que con el
fin de las vacaciones, el verano, o al menos la idea romántica que tenía
nuestro protagonista, había terminado.
La mañana se levantó colorida, con algo de viento, pero lo que ningún habitante pudo pensar era que se avecinaba
tormenta; quizás porque en su interior estuviera todo más en calma que nunca.
Mientras el tren se acercaba a su destino, las gotas iban golpeando en el cristal, generando un sentimiento extraño. Tenía la sensación de que la lluvia había pasado de sus ojos al
cielo. Provocando que cada una de las lágrimas que habían brotado de sus
ojos años atrás, ahora, estuvieran cayendo sobre la ciudad que tanto le
había dado y arrebatado a partes iguales.

Sin pensarlo dos veces, y a pesar de llevar el traje recién salido de la tintorería y no haber pasado aún por el despacho; con paso ligero salió de la estación donde se resguardaba. De pronto sitió que el agua que dejaban caer aquellas nubes, de este modo tan repentino e impredecible, era la forma que habían encontrado para decirle: basta; siendo capaces de limpiarle por dentro y por fuera.
Un borrón y cuenta nueva de los de verdad.
De los que a él le gustaban.
Tan típicos de septiembre.
El cielo, la lluvia, septiembre. Ese mes en que todo termina pero también vuelve a empezar. Y aunque Madrid no sea un lugar espectacular, de vez en cuando nos regala cielos magenta que te dejan sin palabras.
ResponderEliminarUn abrazo!
¿que Madrid no es un lugar espectacular?
EliminarCada día me enamora un poco más, creo que me está haciendo caer en sus redes.
(lo del cielo lo comparto, tengo ganas de ver atardecer en el Templo de Debod (lo apunto en planes pendientes) Gracias San!!
Si que son típicos de septiembre, sí. Y lo bien que vienen...
ResponderEliminarUn abrazo :)
y lo que lo echábamos de menos! :)
EliminarUn septiembre para renacer.-
ResponderEliminarcualquier excusa es buena para seguir creciendo!! :)
Eliminargracias por animarte a escribir un comentario, sientete como en casa :)
Me ha gustado leerlo, pero reconozco que escucharlo tuvo más magia. Septiembre es un mes extraño, pero el de esta año ya tiene un par de muy buenos recuerdos. Sabes de lo que hablo.
ResponderEliminarVoy a tener que hacer una entrada nueva para poder dejaros lo mío.
ResponderEliminarLa veerdad es que coincido con Vértigo, escucharlo tuvo una magia difícil de superar.
Cuídate.
A veces hay que dejar que la lluvia te moje para sentirte limpio. Para que resbale el dolor.
ResponderEliminarMe gustó este relato aunque tengo la sensación de habertelo escuchado antes ;-) tal vez cerca de alguna cerveza. ¡Quién sabe!
Abrazos
Hay que empaparse de la vida. Hasta los huesos.
ResponderEliminarUn abrazo!